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HISTORIA

   Un paseo por Esparragosa de la Serena es un itinerario que permite al viajero retroceder en el tiempo, tras las huellas históricas de antiguos pueblos y civilizaciones, que enriquecen el patrimonio y el bello paisaje de la localidad.

Este pintoresco pueblo situado en un llano a los pies de la Sierra del Oro, actualmente tiene unos mil cien habitantes, que viven principalmente de la agricultura, la ganadería y el comercio.

Pero existen en los alrededores numerosas evidencias arqueológicas que van desde la Edad del Cobre hasta la época romana. Destacamos el yacimiento de la Malena, de la Edad del Cobre, o las fortificaciones prerromanas de tipo torre, como la denominada Dehesa Boyal, lo cual delata que el territorio estuvo habitado desde antiguo. 

 Sin embargo, los primeros vestigios de cierta entidad corresponden a la época romana, considerándose que esta presencia nació a la sombra de la vecina Iulipa. De esta época nos han llegado  diversas inscripciones funerarias, construcciones de villas y asentamientos rurales y el paso de las vías de comunicación desde Mérida a Córdoba.

Las escasas manifestaciones musulmanas dan paso a un nuevo poblamiento cristiano a partir de 1236, momento de la reconquista de la zona, que fue llevada a cabo en tiempos de Fernando III, con la ayuda de la Orden Militar de Alcántara. Desde entonces, y siendo aldea de Benquerencia, formó parte junto con Castuera, Monterrubio y Malpartida, de la Comunidad de Villa y Tierra de Benquerencia o de las Cinco Villas, hasta 1591 que adquiere el título de Villa por Cédula de Felipe II. Pero es la Orden Militar de Alcántara, el Priorato de Magacela y la Real Dehesa de la Serena, lo que influirá más decisivamente en su devenir.

Para finales del siglo XV, la población comienza a despertar de su letargo medieval; crece el número de vecinos, envía pobladores y evangelizadores al Nuevo Mundo, o se realizan obras artísticas como la iglesia parroquial o las típicas casas de arquitectura popular.

 Así llega Esparragosa al siglo XX, donde a mediados de la centuria alcanza su mayor esplendor de su larga historia, ya que sus casas y calles cobijan a casi 1.800 vecinos. Hoy, todavía se duele  de la herida de la emigración que día a día sus habitantes se empeñan en cicatrizar y mirar al futuro. Actualmente es un pueblo moderno, pero sin renunciar a la tradición, abierto, con una amplia oferta de ocio rural, acogedor, donde nadie se sentirá forastero……..

Javier Campos Garrido